Iñaki Laría Hernández

Sentimientos

Es difícil empatizar, en situaciones extremadamente duras me resulta muy difícil hacerlo. La capacidad de compartir los mismos sentimientos con las personas que viven una realidad tan amarga se me hace imposible.

Yo no conocí personalmente a Joseba pero sé que le mataron cuando tenía 45 años y entre otras cosas disfrutaba de la compañía de su mujer y sus dos hijos. Es muy probable que gran parte de los sentimientos, inquietudes y emociones que vivió con esa edad se asemejen a las que tengo yo en la actualidad con 44 años. Amando a mi mujer, maravillado con mi hija Ainara y esperanzado con Nicolás que seguramente nazca el 8 de febrero.

Creo firmemente que, debido a su condición innata de estar en tránsito, el ser humano invierte toda la vida en encontrar y sobre todo en depurar la verdadera esencia de lo que indirectamente nos obliga e incentiva a seguir luchando por nuestra existencia día tras día. Y en esto seguro que Joseba y yo coincidíamos. Todo esto se podría condensar en ver a tus hijos sonreír, amar a tu acompañante, querer a los amigos, disfrutar de la familia, soñar, reír, llorar…vivir. Y ante todo la gente de paz nos esforzamos en encontrar la tranquilidad y armonía necesaria para poder contemplar como todo lo anteriormente citado se va haciendo realidad durante el transcurso de los años. Y aquí, supliendo la falta de empatía al no haberme hallado en una situación igual a la suya, sí me identifico plenamente con Joseba.

A Joseba, algunos, le negaron la serenidad que menciono. Cuando le asesinaron se encontraron con un hombre  que “los tenía bien puestos”. Convertía el acto mundano de tomarse un café en su barrio en una heroicidad. Porque en algunos bares, a los mismos que tomaban txikitos fanfarroneando interiormente de los logros obtenidos programando “la salida” de Joseba les gustaba apretar el gatillo o en su defecto hacérselo de txibato ofreciendo información no al opresor, sino al matador.

Y estos individuos, por mucho que pidan, exijan y reivindiquen unos u otros, siguen viendo el sol. Pero hay veces que el sol no sale para todos. Porque cuando estás a “la sombra” entre rejas, aunque sea desde lo más recóndito de tu “chabolo” entra la luz e incluso con el peculio te tomas un cafetito en el patio y tienes opción de saber que tu familia sigue adelante, vives. Esta situación jamás será comparable con la del que está bajo la obligada sombra que oprime la tierra sobre un ataúd. Porque no debemos olvidar que aquí, y como decía mi difunto amigo Pepe meses antes de morir,  “la verdadera putada es para el que muere, no para los que se quedan”.

El 8 de febrero de 2003 ETA no asesinó a un ex jefe de policía, no asesinó a un ciudadano comprometido con la política. El 8 de febrero en Andoain, sobre todo lo anteriormente citado, mataron a una persona que tenía sueños, seres queridos, un presente, un pasado, un futuro…tenía vida.
In memóriam de Joseba Pagazaurtundúa Ruiz.

Iñaki Laría Hernández

Posted on 7 febrero, 2016 in Carta

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