Carta desde el sur
El sur es un desierto que llora mientras canta.
Luis Cernuda
El sur es un desierto que llora mientras canta.
El sur es la memoria, la luz que no se extingue,
las manos enlazadas. El sur es un abrazo
que cruza geografías: los valles y los páramos,
llanuras y mesetas, los ríos caudalosos,
arroyos en penumbra, la bruma que recorta
aquella cordillera que se alza junto al mar.
El sur en esta noche también es este frío
que corre por la médula y empaña los recuerdos.
A ti te he conocido aunque tú no me conozcas.
Tu apellido me lleva a la mujer que guarda
el fuego más sagrado: tu memoria limpísima.
Tu hermana como piedra que nunca se ha rendido.
Tus hijos te perdieron como a mí me perderán
los que llevan mi sangre. Por eso te recuerdo
sin haberte conocido, porque somos iguales
ante el último instante. Seremos ese padre
que un día se marchó. Tus hijos en el norte,
los míos en el sur, iguales ante el nombre
del padre y de la madre. Por eso te recuerdo
y te abrazo en silencio sin que me reconozcas.
Tu hermana está guardando el fuego más sagrado,
el único que puede mantener la pureza
de aquella dignidad que algunos pisotean
sin caer en la cuenta: se hunden en el fango
de su propia miseria. Te abrazo en tu apellido,
en el nombre del padre que perdieron tus hijos,
en el nombre que escribo sin tener que escribirlo.
Y te abrazo en la noche helada de este sur
que llora mientras canta y canta mientras llora,
repitiendo la frase que alumbra la tiniebla.
No podemos perder la memoria jamás.
No podemos perderla: es nuestra dignidad.
Francisco Robles
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