«La historia siempre se ha escrito con sangre», le interpeló a Gandhi quien tenía fe absoluta en el concepto marxista de «lucha de clases». «Tiene usted razón», le contestó quien estaba probando que podía haber otras clases de lucha. «Intentemos, entonces, escribir otra historia».
Pero nada, vano empeño. Miles de años usando la violencia para obtener resultados que sólo se pueden mantener con más violencia, no han ensañado nada a cierta clase de miembros de la raza humana.
Sebastián Castellio fue el único que tuvo el valor, en su época, de plantarle cara a Juan Calvino por el execrable crimen de haber mandado matar a Miguel Servet: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre», le dijo. Son palabras que no serán derogadas por el tiempo, las creencias o los sistemas de gobierno. Y quienquiera que las matice o las ponga en el contexto que sea para minimizar su significado, tan diáfano, será cómplice de todos los crímenes que se han cometido en el mundo.
Con Joxeba, en la memoria. Para siempre.
Fabián Rodríguez
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