Querido Joseba:
Han sido tantas muertes, ha habido tanto dolor. La gente joven de ahora no entiende lo que es convivir con la cotidianidad del terrorismo. No entiende lo que es pasar las páginas de los periódicos y ver, con pavorosa frecuencia, unas pequeñas fotos de los asesinados de aquel día, y a veces ni eso, sólo unos nombres. No entiende que incluso en Madrid, donde yo vivo, y sobre todo en determinados barrios, si se escuchaba un ruido fuerte pensaras que era otro atentado.
De los asesinados «famosos», como tú, recuerdo especialmente a Gregorio Ordoñez, porque días antes de que acabaran con su joven vida, le escuché en la televisión, y era tan valiente, tan claro y tan duro contra los etarras y contra quienes les encubrían y apoyaban, que en ese mismo momento pensé: «le van a matar». Desgraciadamente no me equivocaba.
Un día pasé por el trabajo una hoja para recoger firmas contra la negociación con ETA. Me sorprendió la poca respuesta que obtuve. Una amiga me dijo «¡qué valiente eres!», «¿valiente?» -contesté- «¿a pedir justicia le llamas ser valiente?» Otro compañero, al que apreciaba y aprecio, me dijo que no firmaba porque «esto hay que arreglarlo como sea». «¿Como sea?» -le dije- «¿Pensarías lo mismo si hubieran matado a alguien de tu familia?». No me contestó, volvió la cabeza, y siguió trabajando.
Joseba no te olvidamos, nunca lo haremos, no nos olvidamos de ti ni de ninguno de los que como tú vertieron su sangre inocente por la libertad de todos.
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